domingo, 19 de diciembre de 2021

CÓMO VER LA BENDICIÓN QUE HAY EN TODO

 


Ayer, 18 de diciembre de 2021, Nina, cruzó el Arco Iris.
En febrero hubiera cumplido 18 añitos.
La adopté cuando tenía ocho meses, un día en que llevé a mi perrita Flapy a la peluquería y al ir a recogerla, vi a un ser negrito y diminuto en una jaula enorme para ella.
Le dije cositas bonitas y el peluquero me dijo que si la quería adoptar, porque la habían dejado allí.
Miré a Flapy, que estaba reluciente y preciosa con su pelaje recién lavado y secado, con su colita hermosa batiendo el aire, y le dije "Qué Flapy ¿nos la quedamos?" Y me miró con sus grandes ojos castaños y me dijo "¡claro que sí!", y hala, a arreglar los papeles...
Nos contaron que una señora mayor recibió como regalo de su hijo esta perrita, pero ella estaba ocupada con sus amigas y disfrutar de la vida y no podía estar por ella. Dijo que tenía "ansiedad de separación" y por eso le buscaban otra familia que la pudiera atender.
Como tenían su cartilla, vi que procedía de uno de esos horribles criaderos, en esta ocasión, sito en Varsovia.
Así que Nina (mantuve su nombre original) ¡era polaca!
Al salir (ella traía su collar y su correa) a la calle, se integró perfectamente a la manada que éramos Flapy y yo.
Vi con su lenguaje corporal que estaba feliz, tranquila, que sabía que era su nueva y verdadera familia.


Se hizo amiga inseparable de Flapy, que era una perra maravillosa, gentil, amable, dulce. Y Flapy amó a Nina, casi al instante.
Al llegar a casa, y haciendo las presentaciones correspondientes, se integró también perfectamente a la manada completa, que la formaban los gatitos que vivían conmigo (y yo con ellos).



Siempre se llevaron bien y aunque Nina era la perra Alfa sin duda alguna, ejerció su liderazgo pacíficamente (como mi gatita Nena, jefa de la manada) y vivimos experiencias preciosas a lo largo de los años.
Estas historias, no obstante, las contaré en otro lugar más adelante (en un libro que ya tenía pensado desde hace tiempo y que prometí a Nina escribirlo este año 2022) así que tendréis que estar atentas para poder disfrutarlas...
Nina tuvo siempre una salud de hierro, porque a pesar de haber tenido problemas de salud, los superó uno a uno y los análisis siempre daban valores en la "zona verde".
La espalda, que se le "pegaron" tres vértebras y le daba muchos dolores. Tumores benignos en las mamas. Una hernia que le impedía a su vejiga conectar con el esfínter y hacer pipí. Tuvieron que hacerle una rejilla a medida para sostener la masa muscular desprendida. 
Ella reaccionaba muy bien a todo, y lo superaba.
En la clínica veterinaria la amaron siempre, porque se portaba súper bien para todas las pruebas, todas las inyecciones, todo lo que era necesario hacer para sanar. Gracias a su buen hacer médico y humano, pudimos ir solventando todos los problemas, ¡qué buena gente!
Se fue quedando ciega, se fue quedando sorda, y le costó adaptarse a estas discapacidades, pero lo fue superando también, Nina fue siempre una verdadera campeona.


Empezó a buscar mi contacto y hemos vivido unos últimos tiempos a tope de mimitos, de besitos, de abrazos íntimos e intensos. Este ha sido uno de los regalos que he recibido de su vejez.
Todo fue empeorando poco a poco y con mi ayuda constante, íbamos inventando soluciones para facilitar la vida: subir el bol de agua para que le costara menos beber, lo mismo con el de la comida, poner topes para que no se diera golpes o se quedara encallada en cualquier esquina...
Esto ocurría porque su cerebro comenzó a fallar, una especie de Alzheimer canino.
Ya la semana pasada vino lo último: al tener la masa muscular delgadita, el Ilión (hueso de las dos caderas) le provocó una úlcera a cada lado.
Curas diarias, vendaje, dolor.
Se portó maravillosamente bien y no me costó ni agobió nada hacerle las curas (con ayuda de un espejo para ver bien, limpiar, poner la pomada...)
Pero en unos pocos días su calidad de vida cayó en picado. Estaba muy confundida, solo estaba en calma cuando la tenía en brazos.
Las úlceras se le estaban curando muy bien, la verdad. Su organismo respondía. Su cerebro, ya no.
Así que caí de lleno en ese momento terrible, que es tomar la decisión de aplicar la eutanasia, la buena muerte.
Aunque se llame así, la realidad es que decides la hora y el minuto en que le arrebatas la vida.
Que es para su propio bien, para evitarle un sufrimiento innecesario, sí. Pero que es devastador, también.
Así que reflexioné profundamente sobre la cuestión.
Tuve una visión de la muerte, que no se parece en nada a lo que nos han contado: negra, con la guadaña afilada para sesgar las vidas.
No. Vi a una energía en forma de mujer, vestida de blanco, con una preciosa melena castaña. con un rostro lleno de compasión.
Todo lo vivo, tiene que morir. El momento de abandonar el cuerpo material depende de varios factores, determinados por el propio ser, sus elecciones, sus miedos, sus certezas.
Ella, esta energía llamada Muerte, se encarga de que ocurra esta transición de una vida, a otra vida, de modo pacífico, desde el amor.
Me alivió mucho tener esta percepción. Ha cambiado mi visión de muchas cosas.
Las maneras de morir, tantas veces espeluznantes, por el sufrimiento y el dolor, no son cosa de la Muerte, sino de la Vida que late en cada corazón, y que cada corazón vive a su modo.
Y sí, si sabemos mirar, hay una bendición en todo lo que experimentamos.
Bendición quiere decir que hay algo bueno, favorable, que nos ayuda a expandir nuestra consciencia.
En mis ojos me he puesto estas gafas, las de la Bendición, y a pesar de la tristeza que me embarga, de cuánto añoro a mi amada Nina, de verla en cada rincón de casa, de notar el vacío en mis brazos...veo tanta bendición en todo que no puedo menos que estar agradecida por tantos años de amor, de aprendizaje, de coraje.
Toda muerte nos deja una herencia emocional, te he compartido unas pinceladas de la que me ha otorgado Nina, deseando que a ti también te sirva y puedas penetrar en la profundidad de lo importante para ti, en tu vida.
Recibe un abrazo de esos que duran minutos y que desearías que no terminaran nunca.