Mientras viví en Barcelona, no vi nunca a los señores mayores y también a chicos jóvenes, con esas cajitas forradas y con asa, caminando hacia algún lado.
Fue cuando me trasladé de ciudad que comencé a verlos. Primero pensé que iban a bailar la sardana y que guardaban en esas cajitas los zapatos apropiados para hacerlo. ¡Vaya tontería!, pero es lo que pensé.
Más tarde me di cuenta de que no, que no era eso. Las cajitas enfundadas no son otra cosa que diminutas jaulas con jilguero adentro (u otro pájaro cantor, de especie protegida). En algunos bares se reúnen y dejan las cajitas, digo las jaulas, semiabiertas, sobre los automóviles o en clavos que encuentran o clavan a propósito, en la pared de dicho bar.
Ríen, se tocan, mascan palillos, escupen...
Son los aficionados a la tortura de los pájaros. Pero claro ¡ellos no lo ven así!
La verdad es que, corría el año 1975, que mamá y yo decidimos que nos gustaba la posibilidad de tener un canario y una canaria y experimentar lo que es la cría. Lo hicimos. Fue bonito ver cómo los criaban y les enseñaban a volar. Los tuvimos en jaulas muy grandes y con todas las comodidades que se nos ocurrían. Vivieron unos años, tuvimos sobresaltos (cuando una de las canarias no quiso alimentar a los polluelos, y tuvimos que hacerlo nosotras -cada 18 minutos- con pasta para crías), alegrías, cánticos y mucho trabajo para limpiar las jaulas y los aledaños (salpicados de cáscaras de grano). Fueron creo que cuatro parejitas, así que ocho preciosos canarios y canarias, amarillos, naranjas y pardos. Pero ya entonces no nos sentíamos a gusto y cuando murió el último pajarito, decidimos que no queríamos más, que no nos gustaba la prisión que les dábamos. Preferíamos que fueran libres (como en Camprodón, que tuvimos una casita) y cantaran de alegría y no de pena por estar encerrados.
En este artículo, encontramos las razones de esta actividad tan carcelaria. Actividad que realizan varones (las poquísimas mujeres son la excepción a la regla) necesitados de tenerla más larga que nadie, aunque metafóricamente es el canto mejor y maravilloso de su pájaro.
A ver: seres dotados de alas para volar por todo el orbe, confinados en veinte centímetros cúbicos.
Y ¿qué es lo que hace el hombre ante esto? Pues crear un negocio. En este artículo vemos el mercado negro de jilgueros, pinzones, pardillos...
Qué vergüenza de especie (la humana) que saca dinero del uso y del abuso de cualquier ser vivo. Qué curioso que tanto esta afición pajarera como la de los cazadores, peleas de perros, de gallos, toreo, y tantos etc. sean desarolladas mayoritariamente por varones (y unas pocas mujeres). Esta necesidad de dominar, controlar, someter...¿qué carencias nos están cantando que tienes estos varones?
Paco Catalán es un dibujante maravilloso, que me encanta porque transmite en sus viñetas esa realidad tan dura de los humanos versus las demás especies vivas.
Piensa antes de actuar. Calibra las consecuencias de tus actos. Respeta la vida, toda vida.